martes, 23 de abril de 2013
ALGO QUE NO SÉ COMO ADMITIR
Había dejado, para la tarde, los deberes que los profesores me habían puesto como tarea en clase. Fui a abrir el cuaderno cuando, en ese momento, recordé lo que me habían dicho sobre la nueva normativa de educación de alumnos adultos.
En aquel mismo instante se me cayeron dos lágrimas. Toda la vida la he pasado soñando con la posibilidad de poder aprender a escribir bien, y en este momento, a mis casi 78 años, hace muy poco y por una casualidad, que a continuación quiero explicar, pude conseguirlo.
Empecé a ir a clase hace unos años. Días atrás comienzan a correr rumores por Astillero, la gente hablaba de que para el curso que viene nuestras expectativas de continuar aprendiendo estaban en el aire, que querían reorganizar las clases de adultos y, que incluso, algunos talleres podrían desaparecer. Esto me puso muy triste ya que truncaba todas mis ilusiones de aprender lo que no pude aprender en mi niñez por tener que ayudar a mis padres.
Yo tuve cuatro hijos. Cuando nació mi segunda hija comencé a escribir un libro. En aquellos momentos tuve que guardar aquellas hojas que con tanto cariño y esmero había escrito en un sitio muy especial ya que, por falta de tiempo, no pude seguir trabajando más en aquel libro.
Pasados los años y con más tiempo libre volví a intentarlo y lo conseguí. Una de mis hijas me animó a que viniera a la Escuela de Adultos para que leyeran este libro que había escrito con tanta ilusión. Sin pensármelo dos veces cogí mi libreta y aquí me presenté, por cierto, con suerte. Me encontré, en un edificio que no conocía, con un hombre al que le conté mi historia y al que pedí, con mucha ilusión, que lo leyera. Yo le comenté que igual no entendía mi letra, que le iba a costar mucho leerlo por mis faltas de ortografía y por mi mala caligrafía, pero yo quería mejorar, aprender a escribir con buena letra y sin faltas de ortografía.
El hombre me preguntó: `` ¿cuántas paginas tienes escritas?´´ Yo le contesté que unas doscientas, a lo que él me comentó que tenía mucho mérito por haberlo escrito y me pidió tres meses para leerlo. Vine a casa y se lo conté a mis hijas que me decían: no lo va a entender mama.
Yo, sin pensarlo más, le dije a mi nieta de 8 años, que estaba aprendiendo a escribir a ordenador: ¡enséñame por favor! Y así fue como escribí, con mucho esfuerzo, ese libro para que pudieran entenderlo.
Este hombre, que era por cierto el director del centro, me animó mucho para que fuera a clase. A la semana siguiente, preparé mi estuche, mis cuadernos y comencé a ir a clase. De eso hace un tiempo ya, pero yo no quiero parar, yo quiero seguir aprendiendo, no quiero que me quiten este sueño, esta necesidad que he tenido durante toda mi vida, y que ahora puedo hacer realidad: APRENDER
ÁNGELES ARRATIA, TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA CREATIVA
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