Aia empezaba a pensar que quizás la historia del Trenti pudiera ser cierta, que todo lo que había contado no fuese fruto de un engaño nada mas.
Poco a poco fueron
adentrándose en la cueva, y a cada paso que daban oían unos ruidos y gruñidos
espeluznantes, empezaron a asustar a Aia ¡ Dios mío! -Pensó- ¡qué
peligro nos espera en esta sima!, ¿qué será lo que nos depare el
destino?
De repente, de un agujero en
la pared de una roca, salió un ser demoníaco, armado con unos
colmillos enormes, babeando un liquido viscoso y repugnante .¡
Cuidado! ¡que no te toque esa baba! podría fundirte como el sol funde
la nieve - dijo el Trenti.
Aia retrocedió y se
encaminaron por otro sendero aún mas estrecho que el anterior. Del
techo y las paredes no cesaban de caer arañas, babosas, ciempiés y
toda clase de bichos asquerosos. Llegados a este punto, Aia, pensó
que no podría continuar, y el Trenti adivinando sus flaquezas le
dijo ¡Recuerda, nunca pienses en volver, o te quedarás para siempre
con las brujas!.
Como Aia no podía mas, en
su mente empezó a imaginar lo que sería llegar al lugar del cual
había hablado el ¨Trenti.
Y se dijo a si misma ¡Quiero
lograrlo! Quiero salir de esta oscuridad, no deseo volver con la
Guajona y sus brujas, merezco algo mejor, puedo hacerlo, puedo,
puedo.......
De repente, de la nada,
apareció un gran espejo que ocupaba casi toda la pared de la cueva.
Era lo mas hermoso que Aia había visto nunca y, entonces, supo que era
el espejo mágico del que le había hablado el Trenti. Se acercó
despacio y al ver su reflejo en la luna del espejo fue como si algo
se abriese dentro de ella. Empezó a recordar, todo tomando sentido,
era de verdad ¡Ella era la reina de las Anjanas!.
No podía creer que al fin
había despertado de tan largo sueño. Entonces tomó conciencia de
lo que debía hacer y cogiendo al Trenti de la mano, echó a correr
hacía la entrada de la cueva donde la lechuza que habían dejado al
entrar, huyó despavorida.
Se dirigió hacía el
palacio de la Guajona, entró como un rayo en el salón donde
acababan de celebrar el aquelarre y dirigiéndose a las brujas, que no
salían de su asombro al ver a Aia tan decidida y con una mirada que
asustaba, empezó a echarlas agua por encima y como las brujas
odiaban lavarse y estar aseadas, empezaron a morir una tras otra.
Cuando solo quedaba la Guajona, Aia le dijo: ¡O te vas de aquí para
siempre o correrás la misma suerte que tus brujas!.
En ese momento, la Guajona se convirtió en lechuza y salió volando por la ventana.
De repente, se acabó la
noche, salió el sol y con él, volvieron las cosas a su sitio, los
ríos, los prados, las flores, los animales, todo volvió a ser como
Aia recordaba.
Al poco tiempo, empezaron a
llegar más Anjanas, más Trentis, musgosos, y todo un sinfín de
personajes buenos, además de los hombres, mujeres y niños que habían
pasado todo ese tiempo en un largo letargo.
Ana Ruíz, Taller de Lectura y Escritura
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