martes, 23 de abril de 2013

EDITORIAL DE LA REVISTA CEPA ASTILLERO 2012-2013

Dicen que la curiosidad mato al gato, pues bien, a mi más que matarme, me llevo a una cosa que solo conocía de oídas: “educación para adultos”. Si a este nombre le sumas el apellido de “Taller de Lectura y Escritura Creativa”, obtenemos una reacción química que desencadena en un volcán de curiosidades e inquietudes. 

A priori mi intención no iba mas allá de pasar unas tardes agradables conversando de libros y poniendo en común textos de nuestra propia cosecha, todo guiado por una profesora, aprendiendo con los comentarios, con las lecturas con los análisis de los libros, pero……. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando todo esto no fue así!
La mayoría de las personas que me rodeaban me sacaban unos años en edad y varios años luz en experiencia vital, si, es eso que nos va sucediendo mientras nos empeñamos en hacer planes que generalmente no suelen salir, cada libro, cada palabra desembocaba en un exposición constante de vivencias que no hacían más que enriquecer, todo aquello que en el ego humano infinito te piensas que ya sabes, cada texto con el que nos topábamos nos llevaba a compartir algo personal que lejos de ser una mera tertulia iba mas allá convirtiéndose en una lección constante.


La gente que acude a estos centros, sea cual sea su nombre o el taller al que acudan, son personas claramente curiosas, poseen ese ansia de conocimiento que no se ve limitado por la sociedad en forma de “que voy a aprender yo a mi edad” , son personas que desde la humildad de la famosa frase “solo sé que no sé nada” saben y quieren aprender, desean completar su conocimiento dando lecciones magistrales a todo aquel que se piense que ,para aprender la edad es un impedimento o el tiempo, o cualesquiera que sea la excusa que su mente acepte como buena a la hora de no acudir. La única respuesta posible a este hambre de saber es la obligación de saciarlo con todo el conocimiento que la mente requiera y pida, taller de idiomas, de lectura, cursos de ciencias o de letras no importa cuál sea el menú, el hambre del saber es infinito y lo devora todo.


La obligación social y moral de saciar esta sed tiene que nacer del propio egoísmo de la sociedad por conocer la historia para no repetir los mismos errores del pasado y en un mundo en el que la historia es digital,  global y tremendamente rápida merece la pena que las personas que en sí mismas tienen la historia escrita en su piel y que la cuenten dándoles las herramientas para hacerlo.


En ningún momento debemos caer como sociedad en el error de la creencia de poseer el conocimiento absoluto, y puesto que la sociedad es la suma de un conjunto de individuos,  como individuos debemos de pretender crecer constantemente para que la sociedad crezca.


Con todo esto tan solo quería recordar y en cierta manera agradecer a todos y cada uno de mis compañeros todo lo que me han enseñado y que la torpeza de mi lenguaje no me deja explicar correctamente y el lujo que ha significado tenerlos y escucharlos. 


Decirles a todos aquellos funcionarios de la educación, que no son dignos de llamarse maestros, que de vez en cuando da gusto ver que algunas personas se esfuerzan por enseñar en un acto reciproco, con humildad y aprendiendo de los que comparten su aula, gustoso de haber tropezado con una persona que entiende que para enseñar no hace falta subirse en una tarima porque lo primero que se ha de enseñar es que todos estamos a la misma altura, y que las cosas se cuentan mirando a los ojos, y por ultimo decirles a todas las mentes pensantes que el hambre de saber, sea cual sea la edad o nivel de estudios debe de ser saciado, como deber y obligación hacia aquellas personas que en su momento trabajaron para que los que hoy en día son responsables  pudiesen formarse para serlo, se lo deben y una de las cosas que he aprendido, es que si debes, debes de pagar tus deudas. 

FERNANDO GARCÍA DEL CERRO,  TALLER DE LECTURA

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