Un Trenti a pesar de ser
un ser formado de hojas, musgos y raíces (aunque puede escoger
diferentes formas) Tambien es un ser mágico que viaja
constantemente, muy deprisa, de aquí para allá, de tanto viajar a
veces olvida sus tareas y cometidos.
El Trenti recomendó a Aia no salir de la cueva, so pena de retornar al reino de la Guajona.
Con todo lo que ello conlleva.
Y el Trenti aconsejó a
Aia a ver el sol, el mundo, y la vida a través de un espejo mágico.
¿Quizá este invento,
fuera un extraño artilugio que en su día, dejó olvidado en dicha
cueva un personaje de otro mundo que habitara anteriormente en ella?
¿Quizá fuera una TV de plasma, puestos tan de moda ultimamente? Aia se acomodó dentro de
la cueva, la adecentó, y la recorrió para conocer sus rincones. A continuación se puso a
mirar a tráves del espejo mágico, con la lechuza como compañera,
esta posada sobre el hombro derecho de Aia.
Este sería el principio
de una larga relación y una buena e íntima amistad entre las dos
moradoras de la cueva. El espejo mágico les
ofrecía paisajes maravillosos de otros lugares presididos por un sol
en lo alto, grandes montañas; tupidos bosques con variada
vegetación y diferentes tonalidades del verde se podían
apreciar en esta imagen; cordilleras montañosas cubiertas de nieve; mares y océanos de un azul impresionante; cielos llenos de nubes sobre
un fondo azul, en el que las nubes formaban figuras
a veces sugerentes. Tambien veían selvas y
ríos donde los animales pastaban o bebían en las orillas del
rio.
Veían a personas de
diferentes aspectos, viviendo en poblaciones cercas de estos ríos y
veían transitar y evolucionar a las personas por la vida. Y de como
de niños evolucionaban hasta convertirse en personas mayores.
A las dos moradoras de la
cueva, estas imágenes que estaban viendo les llenaba de asombro y
admiración. Les gustaban lo que estaban viendo.
Hasta que, de repente en
el espejo mágico, empezaron a aparecer imagenes de hombres
enfrentandose a hombres, con todo tipo de armas , hombres
ensangrentados, hombres mutilados, hombres muertos tirados en el
suelo.
Comenzaron a ver
artilugios de cuatro ruedas que expulsaban humo por un extraño tubo,
empezaron a ver altas chimeneas que igualmente expulsaban por sus
bocas un humo negro sin parar, que transformaban el cielo azul y sus
esponjosas nubes, en un cielo sucio, gris y opaco.
Aparecieron en el espejo
mágico imagenes de los mares cubiertos de una capa negra, y los ríos
de una espuma blanca bastante sospechosa. Había desaparecido el
color azul de las aguas devorados por unas
espeluznantes llamas que llegaban a impresionar.
Ante estas imágenes tan
desoladoras que ofrecía el espejo mágico Aia y Luétiga.- este era
el nombre que había elegido Aia para dirigirse a su compañera en la
cueva.- entrecruzaron las miradas y tras comunicarse telepáticamente-
decidieron interrumpir la visión que les ofrecía el espejo mágico,
por ser estas visiones inquietantes, desagradables y muy
preocupantes.
Aia arrinconó el espejo
mágico en un rincón de la cueva, abandonado como un trasto viejo. Y
sin utilidad.
El tedio y la tristeza se
apoderó de la cueva y sus moradoras. Aia se vio invadida por la
incertidumbre y las interrogantes, y dedicaba su tiempo a reflexionar
sobre la conveniencia o no de abandonar la cueva, de volver al Reino
de la Guajona y acudir a los aquelarres de las brujas narigudas, que
después de todo, no eran tan aburridos y tenían su parte interesante.
Necesitaba consejo para
tomar tan trascendente decisión, y pensó en el Trenti, pero una vez
má1s el Trenti estaba desaparecido y despistado y cuando la preguntaba
a Luétiga sobre que decisión tomar, esta le respondia con extraños
sonidos guturales.