Quisiera escribir una historia que fuera cortita y fácil de entender.
Hace hace muchos años en un día den febrero !de cuyo año no puedo acordarme! llegué con mi madre del campo. Concretamente de sembrar en la zona de arriba de lo que hoy es El parque de la naturaleza de Cabárceno. Íbamos muertitas de hambre, y sabíamos que ese día no comeríamos ya que mi abuela no había podido hacer la comida porque no teníamos leña para cocinar. Mi madre era la encargada de traer la leña y ese día no la había traído. ¡Otro problema más de aquellos tiempos!
Pero cuál fue mi sorpresa y la de mi madre, cuando nos encontramos la comida y la mesa preparada.
La primera pregunta de mi madre fue: madre ¿cómo se ha arreglado para encontrar la leña? Pues mira hija, salí a la calle y en el bardal de la huerta me arregle.
Pasaron los días, y un día que amaneció lloviendo y, por lo tanto, al campo no se podía salir, mi madre decidió arreglar algunas cosas que se habían estropeado en casa. Quería cambiar las patas rotas por unas nuevas que había comprado. Pero las patas nuevas no aparecían. Ese día terminó como empezó, lloviendo.
El día siguiente también amaneció lluvioso, así que mi madre decidió dar vuelta a toda la casa para encontrar las patas perdidas. Mi abuela, viendo el empeño de mi madre, no pudo guardar silencio por más tiempo, y con lágrimas en los ojos, la dijo: “! No busques las patas que no las vas a encontrar! ¿Recuerdas aquel día en el que encontrasteis la comida preparada a pesar de que no teníamos leña? Sí que salí a la huerta a buscar algo para encender la lumbre y hacer la comida pero no encontré nada. De regreso a casa vi las patas y las cogí para utilizarlas como leña. No pensé que fueran tan importantes esas patas. Mi madre se abrazó a ella. Ambas se echaron a llorar mientras que yo no podía resistir mi angustia.
ÁNGELES ARRATIA
TALLER LECTURA Y ESCRITURA CREATIVA
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