miércoles, 20 de febrero de 2013

UN PORQUÉ SIN RESPUESTA



Resulta curioso observar, como las circunstancias nos llevaban  a entender a personas con más de dos generaciones de distancia y cercanas, o mejor dicho acercadas, por una misma pregunta formulada en una cocina, al amor de una lumbre de leña, en algún rincón de algún pueblo de aquellos, que como decía Cervantes de cuyo nombre no quiero ni puedo recordar. Todo comenzaba por una pregunta, simple sencilla y horrendamente abominable, ¿por qué?, la respuesta aun más sencilla que la pregunta, un encogimiento de hombros, con una mueca de incomprensión alimentada por una profunda reflexión de quizás demasiados años sin respuesta. No supo decirme el porqué, si sabía cuándo y cómo, y por ahí empezó a contarme.
Hablaba de trincheras, y guardias nocturnas bajo la lluvia en el bando equivocado, según su parecer puesto que más tarde me explicaría con la boca pequeña  y más aún después de la batalla del Ebro no había bando acertado, sencillamente algunos hombres disparando a otros por motivos que la mayoría no entendían en beneficio de algunos a los que seguramente nunca verían, pese a esta reservada confesión, que se pudo leer en una alma ya demasiado anciana, ya demasiado cansada, siempre fue admirable la fidelidad a sus ideas, ideas buenas o malas, no lo sé, no soy juez del alma, pero si fiel a las mismas.
Caminábamos desde Reinosa, contaba, con un problema en los pulmones, no recuerdo mucho más, que tenía que parar cada tres pasos, que pasaban  de estar escondidos a luchar en la batalla del Ebro, antología, épica y cruel según algunos historiadores. Según él, que estuvo allí, fue correr entre viñedos mientras las balas silenciosas galopan cual dedo de Dios determinando quien viviría y quien moriría, sin darte el beneficio de un adiós una despedida o una mano amiga que permitiera irte en paz. Caminos llenos de barro y piojos, como el describía; un compañero que se cruzaba por delante y caía, en silencio en mitad de un ruido atronador, y pensaba, esa bala era para mí.
Las lagrimas visitaban aquellos ojos ancianos, nublados por el tiempo, dejando salir aquellas heridas que aún no han curado, ni curarán jamás, lagrimas que recorrían los profundos surcos que el arado del tiempo marcó en su piel, aquel rostro que en mi niñez había visto reír en muchas ocasiones y reñir mis travesuras en otras tantas, ahora lo veía mostrar algo grabado tan hondo en el corazón que hacía demasiado tiempo que no había visto la luz. Era un hombre fuerte, no muy alto, pero demasiado altivo para dejar que el tiempo lo doblase hasta el suelo, donde tarde o temprano acabaremos todos; de manos huesudas y piel arrugada, robusto hasta rozar lo desafiante; cariñoso a su manera, generoso de esa forma que solo los niños aciertan a ver con los ojos de la admiración de tener que mirar a alguien hacia arriba, aquel hombre   ,ahora, por primera vez, lloraba, aquellas lagrimas no responderían a mi porqué, no responderían a cómo, ni cuándo, pero sí que respondía a una pregunta con la mala educación que suponía responderla con otra, ¿ cómo pudo ser aquello, para que aquel hombre, con mayúsculas, más de treinta años después, llorara como rara, muy rara vez se ve llorar a un hombre y como nunca, nunca jamás se ha de ver llorar a un niño?.
Si he de decir que me conmovió, no sería acertado. Si tengo que decir que me sorprendió, no sería completo. Hace ya mucho, no recuerdo cuántos años, y aún estoy buscando la palabra adecuada, para poder  describir la sensación que me produjo aquello, lo único que a día de hoy puedo decir con exactitud, después del tiempo pasado, es que sea donde sea, por religión poder o dinero, en la guerra si van hombres, vuelven jirones de persona con heridas incurables, y que estés en el bando que estés, nadie absolutamente nadie, gana. 

FERNANDO GARCÍA DEL CERRO
 
TALLER DE LECTURA Y ESCRITURA CREATIVA

1 comentario:

  1. Muy bueno.
    ¿podrías buscar alguna imagen para incluir este relato en la revista?
    Saludos, Javier

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