La pequeña Lucía subió
las escaleras con el ansia de un niño en
la mañana de reyes.
-¡¡¡Papá, papá, date
prisa!!!-increpó a su padre que subía las escaleras con la
vigorosidad mermada por los años y por la infinidad de cosas que una
niña de ya casi diez años requería -y eso que tan solo es un fin de semana –
murmuró para sí mismo mientras Lucía esperaba dando botes enfrente de la puerta
–
¿¿ Has cuidado bien a bolita??
-Sí cielo, esta genial y
con ganas de verte, se quedó muy triste la ultima vez que te fuiste
_Lo sé Papá. Yo tambien me
quedé muy triste- Bolita era el gato de la familia Blanco- Estaba viejo y cansado, llevaba
en la familia desde antes de que Lucía cruzase el umbral de aquella puerta por primera vez.
Apenas terminé de poner la
llave, Lucía empujó la puerta y entró como una exalación, directamente al salón
donde Bolita descansaba tumbado sobre el sofá. Se avalanzó sobre él, dándolo un abrazo
enorme. Su papá entró iluminado por la luz de la farola que coincidía en frente de la ventana
del salón, dejó caer todas sus cosas y dio la luz, quedándose sin
habla...
Fernando García del Cerro, Taller de Lectura y Escritura Creativa
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