jueves, 13 de junio de 2013

APRENDIENDO DE LA INOCENCIA DE LOS NIÑOS



La pequeña Lucía subió las escaleras  con el ansia de un niño en

la mañana de reyes.

-¡¡¡Papá, papá, date prisa!!!-increpó a su padre que subía las escaleras con la vigorosidad mermada por los años y por la infinidad de cosas que una niña de ya casi diez años requería -y eso que tan solo es un fin de semana – murmuró para sí mismo mientras Lucía esperaba dando botes enfrente de la puerta
 – ¿¿ Has cuidado bien a bolita??

-Sí cielo, esta genial y con ganas de verte, se quedó muy triste la ultima vez que te fuiste

_Lo sé Papá.  Yo tambien me quedé muy triste- Bolita era el gato de la familia Blanco-  Estaba viejo y cansado, llevaba en la familia desde antes de que Lucía cruzase el umbral de aquella puerta por primera vez.

Apenas terminé de  poner la llave, Lucía empujó la puerta y entró como una exalación, directamente al salón donde Bolita descansaba tumbado sobre el sofá. Se avalanzó sobre él, dándolo un abrazo enorme. Su papá entró iluminado por la luz de la farola que coincidía en frente de la ventana del salón, dejó caer todas sus cosas y dio la luz, quedándose sin habla...
 



Fernando García del Cerro, Taller de Lectura y Escritura Creativa


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